
Se me ha ocurrido este título, «la verdad» nos importa cero, leyendo al neurocientífico Mariano Sigman: La vida secreta de la mente.
Cito: «Generar creencias que van más allá de lo que señalan los datos, es un rasgo común de nuestro cerebro«. pp. 97
O sea, hay que hacer un esfuerzo para salir del circuito neuronal que nos montamos.
Si mi amado Gabi viviera estaríamos conversando sobre este libro y los trucos de nuestros respectivos oficios. La verosimilitud por encima de los hechos.
La suspension of disbelief, que puedes plantear con una «belleza despistante» o un paradigma contradictorio. El lenguaje audiovisual está hecho a base de contrastes.
¿Cómo? ¿Qué Trinity desaparece, se traslada, vía la línea telefónica?… Y ya estamos atentos. Hemos picado el anzuelo. Queremos respuesta, aunque sólo sea para saber qué compañía es esa que tiene tanto ancho de banda.
Y también como el chiste: «Un ladrón va caminando tranquilamente por el camino con el cerdo que ha robado encima del hombro, cuando le para un policía y le pregunta por el cerdo. El ladrón contesta: —¿El qué?… ¡Ah!… «Bicho»— mientras hace gesto de quitárselo de encima.
¿Están acaso los neurocientíficos demostrando que «estamos hechos del mismo material del que se tejen los sueños»?
Shakespeare sigue vigente, igual que Don Quijote y sus molinos.
Y un político que conozca la ciencia de la comunicación ya sea, periodista, community manager, que haya participado en realities… lo sabe. Y no tiene vergüenza ninguna en decir burradas porque cuelan.
Lo digo para los que todavía creen que con los datos en la mano es suficiente para ganar unas elecciones. La suya es una afirmación nada científica.