Si hay algo que me inquieta es cuando alguien dice que para construir un personaje hay que: «meterse en su cabeza»… De entrada, es un tópico incoherente. Un personaje no tiene cabeza. No es real. Por esa razón se le llama personaje, no persona. Es una obviedad que me veo obligada a comentar.
El personaje es el sujeto del conflicto dramático. Es un concepto sintáctico que hay que elaborar epistemológicamente. Es el sujeto que llevará a cabo la acción del verbo. Es el resultado del «arco», del llamado «arco de personaje».
El arco de personaje se construye respondiendo a las preguntas de: qué quiere el protagonista y por qué quiere lo que quiere… y para qué quiere lo que quiere, tanto para el arco interno como el arco externo… .
Todos los que me habéis tenido como profe sabéis que insisto mucho en este tema y que llevo «recetando» el libro de Michael Hauge desde tiempos inmemoriales. M.Hauge describe perfectamente las preguntas que nos llevan a la elaboración del arco de personaje.
El arco de personaje desarrollado es la trama.
El tempo dramático está también en ese núcleo germinal llamado arco de personaje.
Y cada personaje tiene su rol o función dramática.
Un buen personaje es sinónimo de una buena historia y de un buen conflicto. Sin personajes no hay nada, y un personaje existe cuando «se le piensa» bien, si me permitís la expresión.
Los actores están acostumbrados a trabajar con el arco de personaje, saben que sin él no pueden interpretar. Por esa razón cuando un actor con talento para escribir se pone a escribir guiones, es tan bueno.
El último ejemplo es la película venezolana que ganó en los últimos Goya: «Azul y no tan Rosa» escrita y dirigida por un actor, Miguel Ferrary.
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